El collar del neandertal by Juan Luis Arsuaga

El collar del neandertal by Juan Luis Arsuaga

autor:Juan Luis Arsuaga [Arsuaga, Juan Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 1999-04-30T16:00:00+00:00


La busca

Para salir de dudas podemos pasar a analizar las posibilidades que ofrece la recolección de productos vegetales en nuestra Península. Una primera reflexión nos lleva a pensar que ésta debe de ser una fuente de alimentos con alguna clase de dificultad muy grave para los primates: de otro modo habría muchos monos viviendo en Europa, y ya hemos visto que el único que nos ha acompañado en el último millón de años ha sido el macaco de Berbería. En las líneas que siguen voy a explorar las posibilidades que ofrece el consumo de alimentos vegetales a un mamífero que en cierto modo ocupa en la actualidad un nicho ecológico similar al que podemos atribuir a los hombres prehistóricos, o sea, basado en la caza, el aprovechamiento de carroñas y la recolección. Me estoy refiriendo al oso pardo, cuyos últimos ejemplares ibéricos habitan el Pirineo (en sus dos vertientes) y sobre todo la Cordillera Cantábrica en Asturias, Castilla y León, y marginalmente Cantabria y Galicia. Los escasísimos ejemplares pirenaicos, no más de ocho, están prácticamente a las puertas de su extinción, por lo que se intenta ampliar su población con osos «transplantados» desde el centro de Europa. Las perspectivas son muy poco halagüeñas, y mucho me temo que el oso pirenaico seguirá los pasos del bucardo, la cabra de los Pirineos; pasos que llevan hasta la total desaparición. Los osos cantábricos tampoco son numerosos: hay sólo entre 60 y 80. Además están divididos en dos núcleos, el oriental —que tiene sus mejores zonas oseras en las reservas cinegéticas de Saja, Fuentes Carrionas y Riaño—, y el núcleo occidental, cuyos territorios están sobre todo en Somiedo y los Ancares.

Como los osos actuales de la Península habitan hoy en la España eurosiberiana, el modelo que voy a explorar sólo es válido para este ambiente. Desgraciadamente, ya no nos quedan osos mediterráneos, tan abundantes en el pasado. En el Libro de la montería, que mandó escribir en la primera mitad del siglo XIV el rey de Castilla y León don Alfonso XI, se hace una relación de los mejores montes oseros del reino, donde se comprueba cuán abundantes eran estas fieras en todo el territorio, hasta Tarifa y Algeciras. El escudo de Madrid tiene un oso, y no es extraño, porque los reyes lo cazaban en el Monte del Pardo, un inmenso encinar a las afueras de la capital. El propio Felipe II dio muerte a dos, «que hazían mucho daño en aquella tierra», según cuentan las crónicas: a uno lo ultimó de un ballestazo y al otro lo despachó el Rey Prudente con el arcabuz.

Lo que cuento a renglón seguido sobre la alimentación de los osos procede de los trabajos de campo de Rafael Notario, Gerardo Caussimont y Roberto Hartasánchez. Mezclaré observaciones de los Pirineos y de la Cordillera Cantábrica, ya que lo que nos interesa ahora es investigar las posibilidades que ofrecían los ecosistemas del pasado. Seguiré las andanzas del oso a lo largo del año, empezando por la primavera, cuando



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